EDITORIAL
México vive una guerra declarada en varios frentes por nuestro vecino país del norte: guerra fría, guerra racista, guerra económica, guerra política, guerra de intereses y hegemonismos, guerra de palabras. Los medios de comunicación en el País han desplegado banderas para solicitar a la sociedad en su conjunto la unidad nacional.
Analistas, académicos, partidos políticos, funcionarios, diputados, asociaciones civiles, empresarios, comerciantes, el medio artístico y la sociedad civil están en la encrucijada de crear un tejido social para reforzar los lazos entre todos los mexicanos.
Labor difícil, no imposible en un territorio donde la corrupción, la desigualdad, el crimen organizado, el narco han creado abismos casi insalvables entre gobernados y gobernantes. Levantan la voz periodistas de alto rango, analistas políticos, líderes de opinión contra un Donald Trump autoritario, separatista, nacionalista a ultranza y ciertamente desquiciado y demuestran una gran capacidad crítica, deductiva y propositiva. Pero ellos mismos tienen años solapando un gobierno que sexenio tras sexenio hunde más al país, lo saquea y pisotea los derechos elementales de una sociedad civil que se ha acostumbrado paulatinamente a la miseria. La ropa sucia se lava en casa.
Por supuesto, cuando se trata de orgullo y amor propio el mexicano salta y se alborota (sigue vivo el mito del México bronco), pero ya es hora de ver esos muros levantados de hace décadas entre nuestras leyes, instituciones, programas sociales y el pueblo, entre nosotros mismos.
Escribe el poeta José Ángel Leyva:” Trump es un síntoma, como lo es la impunidad y el horror que vive México. Y uno no sabe que es peor, si ese muro que nos divide o nuestro propio drama… comencemos por lo de adentro, estamos en medio de dos fuegos, pero ahora el interior nos mata”.
Fuente ovejuna se pregunta: ¿tanta escandalera oficialista sobre Trump, no será otra cortina de humo, para aplicar el próximo gasolinazo y sus daños colaterales?