El deseo desbordante
¡Lujuria! Seguramente absolutamente casi todos los oídos conscientes tienen conocimiento de esta palabra, emitida en diversos escenarios (películas, libros, obras teatrales, en pláticas cotidianas, poemas, cartas, conferencias, etc.). Culturalmente, es reconocida como uno de los pecados capitales, descrita en textos de “La Biblia”.
Gula, Avaricia, Pereza, Ira, Envidia, Soberbia son los restantes pecados declarados en la Iglesia Romana Católica. El que permite la continuidad de las líneas próximas es la lujuria.
¿Qué significa? Específicamente, es el deseo excesivo por el placer sexual y carnal. A partir del concepto surgen derivaciones, por ejemplo en un apartado bíblico; Juan 2:16-17 menciona: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre“. Los preceptos de Dios estarán orientados para evitar las conductas corruptas, denigrantes, impulsivas o adictivas que generan el coito o el disfrute sexual.
Después de saber la procedencia de la definición, se pretende describir y entender el fenómeno contemporáneo del apetito carnal. La reprobación es indudable por el sendero mal encaminado y los efectos que reinan en el planeta; la destrucción física y mental producida por esta delicia.
La historia se podría volver interminable para relatar las muertes, rupturas, diferencias formativas, acusaciones, enfermedades, devastaciones y más asignaciones que ha traído el sexo excesivo. No es la intención en este instante, más bien, es la profundización hacia las manifestaciones deseosas que experimenta el humano, pero no con objetivo de recriminación sino de lidiar la situación carnal e impetuosa que surge día a día, semana a semana, año con año.
Todos están hechos para estos idilios, pero unos son más propensos que otros.
El fulgor del cuerpo
La existencia de cualquier ente, ser vicio, sustantivo, palabra o situación es por una razón. Es lo que pasa con este antojo, si ha prevalecido es porque no puede ser erradicado u olvidado. La gente lo vive al 100% y se ha convertido en una de las finalidades de la vida, independiente de la reproducción, el contacto de piel a piel es muy cómodo, relajante y grato.
Las personas ansían acudir a un spa, a clases de yoga o a un lugar que brinden masajes por el cuerpo, aunque en ocasiones, sientan recato de confesarlo, pero se busca la suculencia física y el reposo de las extremidades. Normalmente, en tiempos de descanso, noches o vacaciones se trata de liberar el estrés acumulado, por medio de estas actividades que son como una morfina sana.
El hombre pide placer a gritos, en su interior. El control es recomendable para no estallar de éxtasis. Sin embargo, también es válido escuchar a la voz del deseo, de vez en cuando, y no reprimirla, para explorar el propio cuerpo y descubrir puntos de elevación dentro del océano carnoso.
Sigmund Freud aseguraba que “La comida es como el sexo”, es decir que es una necesidad imperante, si el humano no come durante cierto lapso muere, si el individuo no satisface sus necesidades sexuales desfallecerá de otra manera, quizá no tan drástica, pero su deceso será paulatino.
En su libro “Tres ensayos de teoría sexual”, Freud relata la sexualidad infantil, el desarrollo y el progreso del niño hasta convertirse en adulto, las etapas y minuciosidades por las que se cruza (preferencias, descubrimientos, estereotipos y conocimientos). También hace una crítica social por los fundamentos inculcados acerca del placer, el niño- adulto deberá elegir y se adapta al medio. Pero siempre se recalca la necesidad exorbitante de la fruición.
Por fuerza, dicha carencia puede contrarrestar su alegría. Hay seres asexuales; sin embargo, es menor el porcentaje.
Los vértices del deseo
Se sabe de antemano que si se sobrepasa el límite; conductas pecaminosas como las que retrata el autor Marqués de Sade, en algunas de sus obras (Julieta, Justine, 120 días en Sodoma). Se narran historias perversas, en las cuales alberga una transgresión hacia terceros, pero es literatura y es permitido hasta cierto nivel. No obstante, la realidad podría ser víctima de esas circunstancias.
No es conveniente dejar arrastrarse por los devaneos de la órbita carnal, pero tampoco debería ser autorizado reprimirse. Así que se fomenta, en primera instancia, la comprensión del deseo. La creación del arte es una de las consecuencias de la pasión, no sólo es emancipación corporal, sino cerebral y sensitiva. Se incentiva para seguir expresándose.