Jair Bolsonaro y su año de gobierno perverso en Brasil

Apenas días quedan para cumplir su primer año en el poder el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quien demostró ser un político con nostalgia de tiempos pasados y un descomedido verbo que, en vez de fortalecerlo como líder, lo debilitó.

Y bien lo definió el sociólogo y presidente del Instituto Vox Populi, Marcos Coimbra, cuando apuntó en la revista Carta Capital que “al final de su primer año, Bolsonaro es tan erudito como siempre. La misma grosería, la misma mezquindad, la misma incapacidad de cualquier gesto de grandeza, la misma falta de inteligencia y educación. Su equipo está formado por gente ruda y poco preparada”.

El nivel es tan bajo, apunta el reconocido analista, “que hay quienes suponen que están entretenidos con un juego perverso: descubrir hasta dónde pueden llegar, hasta dónde pueden llegar en la afrenta a los sentimientos y valores de la mayoría”.

Según las encuestas, después de un año de mandato, el excapitán del Ejército lidera el ranking de los peores presidentes que Brasil ha conocido.

Para Coimbra, “al final del año, lo que sostiene a Bolsonaro es el tiempo. La mayoría de la población, indiferente a la política y mal informada, piensa que es demasiado pronto para decretar que no es bueno”.

Una primera controversia sacudió el país cuando el jefe de Estado suscribió un decreto para facilitar la posesión de armas de fuego a ciudadanos sin antecedentes penales en Brasil, donde casi 12 millones de personas viven en favelas, manchadas de sangre y pólvora por bandas delincuenciales.

A tono con su alabanza a la tortura, el mandatario registró después una de sus acciones más repudiadas, al intentar celebrar en los cuarteles el aniversario 55 de la asonada que instauró una dictadura militar con más de 430 muertes y desaparecidos en 21 años.

Tras años sin distinción, la fecha del complot (31 de marzo de 1964) se hizo notable por el propósito presidencial de conmemorarla.

El anuncio hizo emerger la polémica y hasta la justicia tuvo que pronunciarse al respecto.

Entre otros altercados y dificultades que colocaron al excapitán del Ejército en un callejón sin salida apareció la propuesta de reforma del sistema de jubilaciones y pensiones.

Después de verse empantanada por varios meses en el Congreso, la cuestionada iniciativa fue aprobada en la Cámara de Diputados y el Senado.

El proyecto de modificación en la Seguridad Social resultó una de las principales promesas de campaña del presidente, con la que pretende ahorrar un billón de reales (cerca de 270 mil millones de dólares) en los próximos 10 años.

Como principal punto criticado en la reforma asoma la creación de un nuevo sistema de previsión, basado en la capitalización, como en Chile, y el establecimiento de una edad mínima para jubilación de 65 años para hombres y 62 para mujeres (actual 60 y 55), al final de un período de transición de 12 calendarios.

A lo anterior se suma que la tasa de desempleo afecta a casi el 13 por ciento de la población.

Falta trabajo para 27,5 millones de brasileños, quienes en los últimos años encuentran más opciones en tareas informales, al margen del control tributario del Estado y de las disposiciones legales.

Por desavenencias, desgastes y fuertes cruces de palabras, Bolsonaro destituyó además en los tres primeros meses del calendario a dos de sus ministros civiles: Gustavo Bebianno, de la Secretaría General de la Presidencia, y el titular de Educación, Ricardo Vélez Rodríguez.

No bastó la primera expulsión y el ultraderechista político nuevamente lidia con el fantasma de la corrupción en su familia y Gobierno.

La ruta del escándalo marca a uno de sus hijos, el senador Flávio Bolsonaro, que por lo visto parece estar involucrado en otro desvío de recursos del fondo público electoral para contratar a la empresa de una exasesora y beneficiar asimismo a parientes de otra de sus funcionarias.

De igual manera en la rueda del infortunio aparece, junto a Flávio Bolsonaro y Bebianno, el ministro de Turismo, Marcelo Álvaro Antonio, sospechoso de usar abanderadas naranjas (inscripción de mujeres que no reciben votos), para manipular fondos electorales.

ROMPE TRADICIÓN

En la arena internacional, Bolsonaro, sin importarle que de esta forma destrozara una tradición de los electos mandatarios brasileños de realizar su primera visita oficial a Argentina, cumplió un viaje a Estados Unidos, hecho que muchos analistas calificaron de confirmación de obediencia a los designios de la potencia norteña.

Cuando llegó a Washington, el gobernante brasileño no escondió su regocijo por abrazar a su ídolo, Donald Trump. Ambos tienen parecidas personalidades y coinciden en muchas formas de abordar la política y sus estrategias comunicacionales.

A Bolsonaro se le conoce como “el Trump tropical” por su violenta retórica y abuso de las redes sociales en menoscabo de la prensa tradicional.

De acuerdo con críticos, otros pasos en falso los dio con su visita a Chile y apoyar el denominado Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur, al que muchos consideran nuevo mecanismo para no integrar a la región) y luego seguir rumbo a Israel para dejar entrever el posible traslado de la Embajada de Brasil de Tel Aviv a Jerusalén.

También su Gobierno rompió en noviembre una tradición diplomática nacional desde 1992, al alinearse a la política exterior de Estados Unidos y votar en Naciones Unidas a favor del bloqueo contra Cuba.

Comentaristas políticos afirman que el exmilitar responde ciegamente a Trump, quien dio un giro a los acercamientos con la isla caribeña realizados durante la administración de Barack Obama.

Trump retomó la política hostil hacia Cuba, con el recrudecimiento de medidas punitivas contra empresas, bancos y otras instancias que se relacionen con La Habana, restricciones de viajes y recortes en la cantidad de las remesas, entre otros.

Analistas advierten que este cambio a favor del inmoral cerco contra Cuba se debe más al intento del mandatario brasileño de fortalecer la alineación ideológica con su patrón.

Nada al parecer le ha salido bien al exmilitar, ni en su venerada red social Twitter, su verdadera portavoz oficial.

Una indagación publicada hace meses por la plataforma digital Aos Fatos (A los hechos) muestra ‘la falta de compromiso de Bolsonaro con la verdad y la imprecisión de las informaciones divulgadas por élâ€Ö.

La pesquisa revela que en los primeros 68 días al frente de la presidencia brasileña, el jefe de Estado dio 82 declaraciones falsas o distorsionadas. Los temas más frecuentes de fake news (noticias falsas) fueron economía, ideología y declaraciones acerca de nombramientos para el equipo de Gobierno.

IMAGEN INTERNACIONAL Y CRISIS

Con la imagen internacional en picada, otra bomba golpeó en julio al Gobierno cuando uno de los escoltas de Bolsonaro fue arrestado por transportar drogas en un avión militar en el aeropuerto de la ciudad española de Sevilla.

Otra crisis también corroe al oficialista Partido Social Liberal (PSL) después que el presidente comentara que Luciano Bivar, el timonel de la organización política, “está quemado”.

La fisura en el PSL se abrió mucho más y Bolsonaro se apartó y creó la Alianza por Brasil, otra formación conservadora.

Entre otros males en el año figuraron las críticas a las políticas del gobierno sobre medio ambiente que se recrudecieron por la multiplicación de incendios en la Amazonia en agosto, que derivó en una ola de llamados de la comunidad internacional, liderados por Francia.

Por las quemas en el pulmón del planeta también se responsabiliza a Bolsonaro, quien enfrenta cuestionamientos por su política a favor de la agroindustria en la Amazonia y una reacción morosa frente al desastre natural.

En el arcoíris de problemas tampoco el Gobierno ha podido dar una respuesta sobre el origen del derrame de petróleo que afecta a más de 100 localidades en el litoral del país.

Para más leña al fuego después que Bolsonaro viera su nombre involucrado en el caso Marielle Franco, la concejala asesinada el 14 de marzo de 2018, su hijo, el diputado Eduardo Bolsonaro, abogó por medidas drásticas.

Defendió un nuevo AI-5 (iniciativa adoptada en 1968 por la dictadura militar 1964-1985 para cerrar el Congreso y reprimir protestas opositoras), en un intento por contener una eventual radicalización de la izquierda, impulsada por protestas contra el Gobierno, como las manifestaciones en Chile.

En esa misma arista hubo otra amenaza del ministro de Economía, Paulo Guedes, quien también mencionó este decreto.

Al mencionar el AI-5, Guedes provocó una fuerte reacción de los brasileños que califican este tipo de comentario de ataque contra el sistema democrático del país.

El sociólogo Coimbra asegura que “Bolsonaro y sus amigos celebran el 2019, porque los años venideros serán más desfavorables para ellos. A menos, por supuesto, que el Ejército decida dar un golpe y entronizar al excapitán. Es ridículo, pero no imposible”.

Con información de Prensa Latina

En Estados Unidos:

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