El salto hacia ¿el infierno, purgatorio, cielo o nada?
Brenda Trujillo
Una respetuosa, considerada y bondadosa conducta, a lo largo de la vida, siempre traerá buenos frutos, a pesar del sufrimiento y las bardas impuestas, el premio final será mejor (Cielo). Si se adopta un comportamiento criminal, vengativo y perverso, la existencia después del mundo físico será castigada (Infierno).
La práctica de las dos conductas define una indecisión y debate interior, si el ente se deja dominar por los pecados capitales y las voces diabólicas, está eligiendo el malvado camino, pero si mantiene la parte sensible y humanitaria se le puede otorgar la oportunidad de la reivindicación (Purgatorio).
La nada. El vacío, lo negro, ni el mal ni el bien, lo que no se sabe es lo que representa el capítulo después de la muerte. Ni siquiera es apropiado hablar de un “después”, “el más allá”, u “otra vida”, porqué son declaraciones que sirven para consolar al alma.
Se vale imaginar, es una virtud del humano y tiene derecho a crear escenarios para trascender su esencia. Son cuatro posibles posiciones que se adoptan cuando se aborda la muerte. El infierno, purgatorio y cielo son posibilidades maquinadas, de acuerdo a las religiones.
Realidad dulce y difícil
En voces cotidianas, surge la idea de la pérdida del sentido de la vida sino hay un desenlace, el ir y venir de los días cobra valor cuando se sabe que en cualquier momento se acabarán. ¡No hay más! La tempestad es la amenaza de la especie, pero es lo que provoca la intensificación del significado vivencial. De hecho, se toma consciencia de este proceso, se adopta una escala de normalidad y se sobrevive con la idea de la exterminación de uno mismo.
Aparentemente, hay una preparación de antemano; sin embargo, nunca es suficiente. En ocasiones, ni siquiera la psicología puede ayudar porqué cuando está ocurriendo se presenta miedo, impotencia y desvalorización hacia el entorno.
“Somos un grano de arena entre muchos”, frases semejantes podría pensar el mortal. Todos los días están naciendo y muriendo millones de personas. ¡Uno más! ¡Uno menos! Si uno muere no representa gran perjuicio, si mueren varios sí lo es. Es por ello que, ante el conocimiento del destino, el humano intenta dejar una huella o rastro de su persona (hijos, profesión o arte). Se vuelve una inmortalidad memorística; hace historia.
Debido a que en la filosofía, literatura, cine, teatro, pintura, escultura, música, una de sus características es la expresividad, se ha plasmado el sentir hacia la fragilidad y conclusión del tiempo terrenal. Es una verdad que aún no es asimilada totalmente.
Por consecuencia, desde la Edad Media surgió la búsqueda de la “piedra filosofal” que convertía en oro los metales y se encontraría el elixir de la vida, que proporcionaría la eterna juventud. Se le denominó alquimia a este sistema filosófico- científico, originado por la inconformidad del lapso efímero del género humano. En el Diccionario Ilustrado de Cultura Esencial conceptualiza a la alquimia de esta manera y agrega: El verdadero objetivo de los alquimistas estaba más allá del mundo material; creían que al perfeccionar los metales obtendrían la clave para mejorar también al espíritu humano.
La alquimia es una de las señales de la falta de resignación ante la muerte. El hombre razona; por consiguiente, teme, calcula, propone y trata de sobrepasar el límite que lo define.
La medicina ha rescatado vidas, acompañada del pensamiento, se ha logrado mayor curación en enfermedades graves y algunas se han erradicado (lepra, viruela negra, entre otras). Por otro lado, se ha fomentado la magia y superstición, por medio de la alquimia. Se ha depositado esperanza en terrenos que se están descubriendo y la ciencia ha tenido avances que podrían alargar o darle un giro a la vida.
La melodía del pronóstico
Hay autores que escribieron mucho acerca de esta materialidad. Juan Rulfo, en obras como “Pedro Páramo” y “El Llano en llamas”, en las que narra el terror hacia la consumación, la delgada separación entre el latido y el último suspiro, la influencia de los no vivos contra los que sí.
“Dios ha muerto” y la creación del concepto del “Übermensch” (Superhombre) se derivan del libro “Así habló Zaratustra” y de las teorías propuestas de Friedrich Nietzsche, filósofo alemán del siglo XIX. Él realiza la aseveración expuesta porqué considera que la grandeza se encuentra en el hombre, quien ha creado a Dios.
El hombre tiene que pasar por una serie de etapas para lograr su plenitud y la pureza, libre de ataduras sociales, reglamentarias y dogmáticas. A través de la aflicción, resistencia y aprendizaje se podrá llegar a la meta. La hipótesis ha sido muy analizada y criticada, pero es útil. Mientras se viva hay que ahondar en el conocimiento o conjeturas; ya que “no hay verdades absolutas”, interviene Nietzsche. “¿Dios existe o no? Lo que no se ve, no se puede saber” es una pregunta y suposición más, es respetable.
En aras de las creencias, el infierno, purgatorio y cielo son las categorías destinadas, después de la caída torrencial. También existen otras divinidades, el enaltecimiento a la muerte y credos considerados para ese trance. Las percepciones se vuelven interminables.
El humano, por naturaleza, le huye a la caducidad del ser. La tristeza y dureza del suceso es indudable. No obstante, la vulnerabilidad no es la misma en todos. Se vale lamentarse, condolerse cuando predomina la ausencia, pero la crudeza, objetividad e insensibilidad ante dichos sucesos también es necesaria. Ambas sirven para la balanza de la superación (entre el ser y no ser).