Noviembre, los muertos invaden el Jalil
Los monstruos del Jalil
“Ellos vienen y nunca nos dejan, parece que sólo este mes permanecen aquí, pero es mentira, nunca nos dejan”
Brenda Trujillo
En este pasado Día de Muertos los profesores y alumnos rindieron, una vez más, homenaje a sus muertos y se impartió el evento anual, en el que se ponen ofrendas de los distintos años escolares, los alumnos se caracterizan y hacen representaciones teatrales de los que ya nos dejaron.
En ésta época el vivo se doblega y el muerte danza, cada sector social lo festeja a su manera y el Jalil no podía dejar el protagonismo de una celebración típica pero pintoresca, por los trajes relucientes que portan tanto profesores y discípulos.
A lo largo de estos años la tradición se ha perpetuado, si uno observa por un lado se dará cuenta que los mismos rostros figuran desde hace años, que las mismas personas doctas, divertidas, bipolares y enérgicas siguen dando clases.
El tiempo pasa rápido, pero el ambiente se fortalece y se cuida, María del Socorro Arvea Sánchez, directora del plantel es conocida como dura pero muy disciplinada y exitosa. Su esposo, Josué Cabrera, el director, es el que dirige obras de teatro y es un apasionado del arte, pero su carácter es más aliviando.
El motor del equipo lo forma la familia, pero con convicciones muy definidas, cuando el del mismo bando se quiere pasar de listo aunque sea pariente pero las cobra. Eso sí, entre los integrantes jalileños, entre los verdaderos y no los pasajeros, hay mucha lealtad y devoción con los de arriba.
Cada mes es muy significativo para el colegio, unos más que otros, como este de noviembre y el venidero, todo este mes rinde tributo a los muertos el Jalil, pero no solo lo demuestra poniendo ofrendas, sino guardando minutos de silencio para las ausencias físicas y eternas que formaron parte de esta entidad, tanto maestros y alumnos.
La distinción entre ésta escuela y otras es la manera en la que se establecen relaciones y se estrechan lazos, aunque existe el profesionalismo, pero hay profundidad en el trato, quien se toma en serio el trabajo o estudio estando allí no se olvida de ese lugar. Todo el porvenir puede volver al mismo punto: el Jalil, es decir, forma parte importante de la vida de los que estuvieron allí.
El Centro Cultural Jalil Gibran dio su mejor retrato con juegos mecánicos y comida típica como chalupas, elotes, esquites, entre otros. El festín no podía quedar atrás.