La lucha entre la vida y la muerte
Brenda Trujillo
Cada día, en la rutina o las actividades que se van realizando a lo largo de las semanas y meses, el tiempo empieza a pasar desapercibido, el sujeto traslada a otro plano la temible realidad que aguarda a todos: la muerte; la invencible y la que no desaparecerá.
Sin embargo, con el aturdimiento de las noticias que se manifiestan a través de la televisión, radio o internet, es imposible que el humano no se sienta al acecho de una pronta muerte, pues imperan miles de homicidios dolosos, asesinatos, accidentes y enfermedades, la información se escucha por doquier, la balanza de la propia seguridad se torna débil y entonces cunde el pánico.
Con millones de habitantes en el mundo el entorno de cada persona puede parecer pequeño, pero si poco a poco se ausentan las poblaciones de determinados lugares por la violencia que rige en los países, entonces el tema se vuelve más preocupante.
Ahora aterricemos en México, pues es uno de los puntos centrales en el planeta donde se derrama más sangre, cuando uno se entera que la niña o joven de una entidad lejana se murió se experimenta un lamento, empero es más terrible aun cuando se sabe que en los alrededores ocurrió una despiadada matanza que dejó de saldo a 10 fallecidos o más. Ahí el peligro se siente más cerca y el escalofrío más penetrante.
La tragedia es parte del ser humano, sólo que ahora está modernizada, pues las redes sociales son el plus para dar a conocerla; no obstante, son espacios en los que puede estar tergiversada la información y no todo lo que se lee es real. A veces hacen un escarnio de la muerte, no es apropiado temerla en demasía ni ridiculizarla, es importante comprender que es parte de nosotras y ¿por qué no? ¡Volverla nuestra amiga! ¡Pero, en el buen sentido!
El temible final
El deceso humano parece tan común y cercano, pero es muy interesante de analizar y comprender, a veces puede ser inconcebible la idea de convertirse en polvo, la transición inevitable: de ser joven y radiante a ser mayor de edad y pasar a ser un ente antiestético, o bien, no sólo puede ser la vejez, sino por un accidente o una enfermedad que atenta contra la belleza humana. En ese sentido, el individuo no se pertenece; es preso de la naturaleza.
Todos tienen ganas de vivir, quizá unos más, pero al fin y al cabo se posee el instituto de supervivencia. Hay quien puede tener más de morir, otros ni siquiera tuvieron tiempo de pensarlo. En la actualidad, hay muchas alertas porque innumerables factores del exterior causan enfermedades terminales, asesinatos y una y mil formas de morir.
El “famoso” coronavirus podría extenderse y arrasar con la gente, pero no se sabe, el sobresalto es potencial y cunde el pánico por doquier. Uno debe cuidar y velar por sí mismo; no obstante, es esencial no permitir que los medios de comunicación se apropien de la completa realidad, pues ellos se encargan de informar y transmitir una verdad, pero hay que saber distinguir cuando se están sobrepasando para generar alarmismo o escándalo.
Ante todo, el miedo prevalecerá, nadie lo puede detener y cuando se llegue al término de nuestros días, después de ello no se puede evidenciar, mediante fotografías, vídeos o escritura, el sentir, sólo queda hasta el momento hipotetizar con base a ciertos parámetros, pues no hay experiencia posterior al deceso que pueda ser relatada de forma certera.